La Secretaría de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Salta inscribe para la segunda edición, son gratuitas y abiertas a todo público. La modalidad es que cada participante deberá presentar un huevo de pascuas elaborado de chocolate con una cobertura de 30 cm de altura como mínimo, y cuya decoración tiene que ser sobre algún atractivo turístico o cultural de nuestra ciudad.
El peso debe ser de 200 gramos como mínimo del chocolate utilizado para la elaboración del huevo. Los huevos serán exhibidos el domingo 16 de abril, a las 16, en los stands que se instalarán en plaza España, donde un jurado calificado los evaluará en presentación, decoración, sabor y técnica utilizada para su preparación.
Los tres primeros puestos recibirán premios. Sobre el concurso, Pablo López, secretario de Turismo y Cultura, explicó que “las Pascuas son una celebración cristiana muy esperada, que además de su contenido religioso, todos esperan el domingo para compartir en familia los tradicionales huevitos de chocolate. Es por ello que organizamos este concurso, donde también les pedimos que plasmen lugares salteños”.
Los participantes deberán presentar: fotocopia de las dos primeras páginas del documento, certificado de salud y certificado de manipulación de alimentos.
Además los participantes pueden comercializar sus productos en los distintos stands, por lo que se espera una importante afluencia de salteños y turistas para esa jornada, que será coronada con un show musical.
El año pasado participaron 25 personas y entre los motivos, además de los tradicionales para esta época, se pudo observar las imagenes del Señor y la Virgen del Milagro en la decoración.
¿De dónde viene la tradición?
Regalar huevos de chocolate en Domingo de Pascua no es solo una tradición consumista como algunos piensan. Es una tradición durante la Cuaresma y se ha mantenido a lo largo de generaciones desde hace muchísimos siglos.
Los cristianos católicos que seguían la abstinencia de la Cuaresma no podían comer, entre otras cosas, huevos ni productos lácteos. Los seguidores de esta tradición guardaban los huevos y para mantenerlos frescos los bañaban con una fina capa de cera líquida. Terminada la Cuaresma se reunían delante de la iglesia y los regalaban.
