"NO HAY VUELTA ATRAS"

El Reino Unido inicio el Brexit y abre una era de incertidumbre para Europa

Tras enviar a Bruselas la carta que formaliza el arduo proceso de separación, la premier Theresa May advirtió que "no hay posibilidad de volver atrás"; el divorcio pone a prueba la unidad del bloque, que llamó a limitar los daños.

Theresa May en la Cámara de los Comunes, después de enviar a Bruselas la carta de ruptura con la UE. (AFP).
Theresa May en la Cámara de los Comunes, después de enviar a Bruselas la carta de ruptura con la UE. (AFP).

on una carta de seis páginas, la primera ministra británica, Theresa May, consumó ayer uno de los acontecimientos geopolíticos más importantes desde la Segunda Guerra Mundial: el programado divorcio entre Gran Bretaña y la Unión Europea (UE). Después de 44 años de tormentosa vida en común, el país empezó así a ser nuevamente una isla.

En su mensaje, entregado en mano en Bruselas por un emisario al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a las 13.30 (hora local), May repitió siete veces al resto del bloque que quiere una "profunda y especial cooperación" con la UE.

"Ya los extrañamos", respondió Tusk, destinatario de la misiva. Pero en realidad fue un lamento mediático. En el papel, la ruptura ya estaba consumada, mientras los negociadores de ambos lados afilan desde hace tiempo sus argumentos.

Tusk, vocero de los 27 socios restantes del bloque, respondió media hora después a esa carta que llevaba el membrete del gobierno británico. "No hay ninguna razón para hacer como si fuera un día feliz. Ni en Bruselas ni en Londres. Yo no me siento feliz. Ahora es necesario limitar los daños", dijo a la prensa. Y afirmó que la UE "está más unida y decidida que nunca".

Casi en forma simultánea, May declaró en la Cámara de los Comunes y sin triunfalismo que, "de acuerdo con la voluntad del pueblo británico, Gran Bretaña deja la UE".

"Se trata de un momento histórico, sin posibilidad de volver atrás", agregó. Y repitió, como para convencerse: "Gran Bretaña deja la Unión Europea".

Su discurso fue escuchado en el más profundo silencio, a veces interrumpido por algún murmullo de satisfacción. O de indignación, en el sector de los diputados del Partido Nacional Escocés (SNP), profundamente proeuropeos.

Como si la enormidad de la decisión, esperada o temida desde hace nueve meses, hubiera adquirido de pronto toda su dimensión, las capitales europeas parecieron sumidas en la mesura. Ni explosiones de alegría ni lágrimas. Sólo la constatación del fracaso de una relación.

La carta de May no contiene verdaderas sorpresas, sino tonalidades interesantes que aportan una primera aproximación a la posición británica, en momentos en que comienzan las negociaciones.

Si bien la premier recuerda que el país debe dejar el mercado único, omite mencionar la salida de la unión aduanera, contrariamente a lo que dijo en uno de sus discursos en enero pasado. En su misiva -como en su declaración ante los Comunes- adoptó además un tono extremadamente conciliador, muy diferente al de las declaraciones, a veces amenazantes, de los últimos meses.

Sincera cooperación

May anunció su deseo de desarrollar una "nueva cooperación especial y profunda" con la UE, expresión que se usa con frecuencia para referirse a la relación entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Esa nueva etapa deberá estar signada por una "sincera cooperación" en materia económica y de seguridad.

Después de la diplomacia, la primera ministra se internó en los temas esenciales, al detallar siete puntos de discusión que desea abordar rápidamente con la UE. Entre ellos, el estatus de los ciudadanos europeos en Gran Bretaña (3,2 millones) y el de los británicos en el bloque (1,2 millones) debería ser tratado "en prioridad". Un punto sobre el cual Londres y Bruselas parecen estar de acuerdo.

Ese consenso no existe, por el contrario, en torno a la segunda demanda de la primera ministra: negociar las modalidades del divorcio y, al mismo tiempo, poner en marcha las condiciones de una nueva relación post-Brexit, sobre todo en materia comercial. Todo ello, afirma, en los dos años previstos por el artículo 50 del Tratado de Lisboa para concluir el proceso.

Esa voluntad de trabajar en dos frentes a la vez encuentra, por el momento, una firme oposición de gran parte de los 27 socios restantes de la UE. En las 48 horas previas a la presentación de la misiva británica a Bruselas, tanto la canciller alemana, Angela Merkel, como el presidente francés, François Hollande, expresaron claramente su oposición "a cualquier tipo de negociación paralela".

Confrontados a las infinitas incógnitas que se abren a partir de ahora, tanto Gran Bretaña como la UE se preparan para años de arduas negociaciones.

Una sola cosa es segura, según precisó ayer un vocero de Downing Street: pase lo que pase, "cuando el Big Ben suene la medianoche del 29 al 30 de marzo de 2019, Gran Bretaña dejará de ser miembro de la Unión Europea".

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