José Acho
Periodista NDS

ESCENARIOS

Al calor de la música serbia

Aquí también pero sobre todo en Europa de Este, la música serbia, alegre, festiva y en algún punto irreverente, parece hecha para romper el hielo de esas tierras heladas. Puede que no sea posible en la realidad, pero lo es, en el espíritu y los corazones.

Por José Acho para NDS |

Kusturica en Salta, un privilegio para los escuchas norteños. (Foto Carolina Vera).
Kusturica en Salta, un privilegio para los escuchas norteños. (Foto Carolina Vera).

Lo hicieron sin duda para toda la privilegiada concurrencia que disfrutó de lo más festivo de la música balcánica, en el Teatro Provincial el martes 6 de diciembre, convocados por Emir Kusturica & The No Smoking Band.

Las butacas de la sala estorbaban, nunca como en esta ocasión estuvieron demás. Desde el arranque, si uno pensó que podía ver o escuchar sentado ese recital, se equivocó de punta a punta. Literalmente fue así. Todos bailaron, nadie pudo sentarse desde el comienzo y hasta el final.

Todo ese tiempo Kusturica estuvo tocando su guitarra, dirigiendo la batuta con su histrionismo y diseñando las coreografías de los bailarines. Esto no estaba en el menú. Pero sepan que además de la banda, hubo una veintena de bailarinas en escena.

Eran todas jovencitas del público invitadas por Kusturica, para bailar en el escenario las canciones. Quizás algo similar como se hace en el ciclo local “Todos al escenario”.

“The No Smoking Band”, estuvo compuesta por nueve versátiles músicos que sonaban como una orquesta. Pero no solo eso, también cantaban y actuaban de parteners de los bailarines en escena.

Kusturica, brilló en Salta con lo que se conoce de él en la Argentina. Con sus éxitos de su filme “Gato negro, Gato blanco”, una comedia negra, irónica y disparatada. Parte de la banda de sonido fue la música que todos bailamos esa noche. Otras de sus películas “Underground” y “La vida es un milagro”.

En el medio los estrenos de su último disco “La cervecita”, tema que es una oda a la venerada bebida de origen alemana. La canta uno de los músicos y tiene la característica que fue compuesta en español. Fue la más coreada por todos, no solo una sino dos veces, porque fue también el bis del final.

Como los filmes de Kusturica el recital tuvo un hilo conductor cuyo el “leit motiv” musical con “La Pantera Rosa” de Henry Mancini, entre tema y tema, y arma una comedia musical interactiva con la que conquista a un público mayoritariamente juvenil.

El guión argumental son las reminiscencias con su estilo festivo basada en la música gitana, la informalidad. Es decir, Kusturica desde el comienzo borra esa línea divisoria entre el público y el artista. Hace de cada encuentro en vivo con la gente, un ritual descontracturado con la complicidad de la música de los confines balcánicos.

Nada se logra así tan fácil desde el primer minuto del recital hasta el final. Todo es fruto de la experiencia, el talento musical individual de su banda, y obviamente, la secuencia delirante de cada composición musical que parece pensada para ilustrar una película del gran Chaplin.

Todos en la sala nos dejamos llevar por esa música típica que parece pensada para los circos europeos, con sus toques especiales para distender, soltarse y bailar como se quiera o se pueda. Luego reír de verse asimismo como personajes haciendo los gags de los payasos de un circo.

Todo cierra con los sonidos de las reminiscencias o los homenajes a la música clásica y contemporánea en cada preludio, en cada versión festiva de la versátil banda  Kusturica.

Y como toda alegría tiene un final y la pena un comienzo, la banda culmina su raid escénico dejando a todos con ganas de más, para seguir a otro punto de su gira. Nos vamos. Cada uno pensando cómo vivió esta experiencia.

Algunos nos remontamos a las reminiscencias. Qué genial y que adelantado fue Luca Prodan con “Sumo”. De verdad me llevo su recuerdo en mente y corazón, y no me pregunte porqué.

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