Así escribía el periodista Luciano Jaime en el diario El Intransigente, en enero de 1975, sobre el hallazgo del cadáver de Eduardo Fronda a un costado del camino a Lesser. Ahora que se celebra en la Argentina otro día del periodista no viene mal recordar algunos textos del único reportero asesinado en la provincia de Salta.
Es un poco tacaño decir que Jaime escribía bien. Todos los periodistas, o casi todos, saben que nadie puede escribir bien si en vez de mirar con los propios ojos se reproduce un parte de prensa. Y Jaime miraba con sus propios ojos. No es un pleonasmo, pues periodistas hay que miran con los ojos de otros.
Jaime sabía que el periodista que renuncia a la propia mirada se convierte en el mismo acto en un multiplicador de los prejuicios y estereotipos que difunden los poderes de turno. Y Jaime no quería multiplicar lo que decía la policía.
Pero tampoco quería renunciar a su voz, a su particular manera de contarlo. Como su mirada, su voz era irrepetible. Su voz destierra los lugares comunes, las muletillas a los que solemos aferrarnos los periodistas que no queremos tomarnos el trabajo de decir con nuestras propias cuerdas vocales.
Sólo así puede entenderse que las dos crónicas de Luciano Jaime sobre Eduardo Fronda se parezcan mucho a una elegía, a un lamento por la muerte violenta e inexplicable de un pobre hombre o, mejor, de un hombre pobre.
Ninguna sensibilidad, en cambio, se puede notar en crónicas posteriores que difundieron El Intransigente y El Tribuno. El primero desmintió lo que había escrito su periodista, reproduciendo los partes de prensa de la Policía provincial que negaban que Fronda hubiese sido torturado, algo que Jaime había aseverado.
Y El Tribuno repitió desde el inicio los partes de prensa de la policía y a partir de los rumores difundidos por los oficiales dio a entender que Fronda se merecía su muerte: se lo asociaba al asesinato del capitán Viola, pocos días antes en Tucumán.
Dos claros ejemplos de anti periodismo que a propósito de Fronda nos dieron los diarios locales en 1975.
Pero el mayor ejemplo de anti periodismo lo dio El Tribuno en febrero de 1975 con sus notas sobre el asesinato de Luciano Jaime. En base a lo que su socio, el policía Joaquín Guil, difundía, primero dio a entender que Luciano Jaime tenía la culpa de su muerte pues andaba trasladando bombas. Y en su segunda crónica título, “Identifican al muerto de El Encón”, a pesar de que ya se sabía que se trataba de un periodista.
Guil y El Tribuno continuaron su sociedad años después cuando el ya ex policía brinda servicios de seguridad a la planta de Limache, pero esa es otra historia que ningún periodista investigó. En 2014 Guil fue condenado como responsable del asesinato de Jaime.
Volvamos. Sobre el asesinato de Fronda, Luciano Jaime escribió con sus propios ojos y su propia voz. Lo pagó con su vida. Pero sobre el crimen de Jaime, El Tribuno se limitó a multiplicar la versión de la policía. El diario de Roberto Romero no lamentó el asesinato de un periodista, ni mucho menos.
A Jaime, tal vez, los periodistas de Salta le deben una elegía.
- Andrés Gauffín, periodista
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