Uno de ellos se arrepintió,reveló todo a la vicedirectora y la dueña del kiosco levantó la denuncia.
El accionar delictivo ocurrió en el kiosco del interior de la escuela Legado General Belgrano, ubicado sobre la avenida Rallé, en el barrio Limache, a metros de la comisaría.
Los pequeños pertenecientes a una extensa barriada donde los conflictos por violencia de género, asaltos y drogas aún se encuentran a la orden del día, se las ingeniaron para ingresar al establecimiento escolar en horas de la noche, sin que los policías, vecinos inmediatos de la escuela, advirtieran su presencia, como tampoco los choferes de una remisera que funciona las 24 horas, quienes están apostado frente al otro lateral del edificio.
Una vez dentro de la escuela, y conocedores del lugar, los alumnos, ya como escolares fueron directo al kiosco de Carmen Castillo, una vecina de la etapa 6 del barrio Limache, quien relató este hecho en una denuncia, la cual luego levantó tras la aparición de un “arrepentido”.
La mujer, según lo informado por la policía a La Voz del Salta, contó que al otro día, al llegar al local, se dio con la ventana de madera del kiosco forzada, mientras que en el interior las golosinas estaban tiradas por el piso, por lo que de inmediato llamó al director del establecimiento, Alberto Peñalba, quien a su vez alertó a los policías.
Los uniformados llegaron y ordenaron no tocar nada hasta tanto los peritos realizaran el levantamiento de huellas, tras lo cual reciénla propietaria pudo hacer el inventario de las mercaderías robadas, lo que, de alguna manera, delató a los autores.
Es que los ladronzuelos se llevaron veinte mamaderas ácidas “Pokemón”, otra caja de caramelos ácidos “Jack Sparrow”, una de chicle por metro, seis paquetes de papas fritas “Tía Maruca”, malvadiscos, varias galletas “Mini Oreo” y unas 10 gaseosas Talca y Marinaro.
Los autores del ilícito no buscaron otros elementos de mayor valor, como así tampoco hurgaron en la caja donde se guardaba el dinero, aunque si cometieron otra hecho atrevido, lo cual terminó de confirmar las sospechas de que se trataba de un hecho propio de delincuentes juveniles.
Los ladrones, al menos uno de ellos, dejó su sello personal, pues se tomó varia fotocopias de sus partes íntimas en la fotocopiadora, tras lo cual sembró las copias en distintas puertas del establecimiento escolar, siendo la principal prueba que la policía se llevó.