Los dictámenes del Tribunal Supremo eran muy esperados, pero es poco probable que interfieran en los planes del primer ministro, Benjamín Netanyahu, para formar una alianza derechista que pueda darle un récord de un quinto mandato.
No obstante, profundizaron la agria retórica de una campaña en la que sus fuerzas se han presentado como víctimas de los excesos judiciales y el sesgo de los medios, al tiempo que han sido acusados por sus rivales de centroizquierda de usar la carta del racismo y el miedo en su campaña.
La corte falló en favor de las apelaciones que argumentaron que Michael Ben-Ari, del partido Poder Judío, ha recurrido al racismo antiárabe. Esta versión fue respaldada por el fiscal general de Israel.
Otros integrantes de Poder Judío, una pequeña facción que forma parte de una lista ultranacionalista que forjó el mes pasado una alianza electoral con el partido Likud de Netanyahu, recibieron el visto bueno para ser candidatos en las elecciones nacionales del próximo mes.
El Comité Electoral Central, un organismo de supervisión compuesto por delegados de los partidos del actual Parlamento, aprobaron el mes pasado la candidatura de Ben-Ari y dejaron fuera a Raam-Balad, una lista unificada que representa a parte del 20 por ciento de la minoría árabe que habita Israel.
Dos figuras de Balad fueron procesadas en el pasado en Israel por sus contactos con militantes palestinos, mientras que un exdirigente de la formación fue acusado de ayudar a Hizbolá durante la guerra librada en Líbano en 2006.
La corte anuló la prohibición sobre Raam-Balad, una mezcla de islamistas y nacionalistas árabes que se autodescribe como un movimiento democrático.