Andrés Gauffín
Columnista invitado

LAS MUJERES DE ECUADOR

Aquí como en Quito

Un centenar de mujeres más un gay suben por la calle Benalcázar de Quito portando de cabecera y de acera a acera el cartel “Vivas nos queremos”. Acaban de pasar por el ministerio del Interior de Ecuador, a donde reclamaron la renuncia del ministro Mauro Toscanini, denunciado por haber hecho nada para encontrar a María José Ponce (28) y Lirio Sofía Escobar (4), las últimas de una larga lista de desaparecidas en el país.

Por Andrés Gauffín para NDS |

Las mujeres de Quito se unen a otras organizaciones feministas, que reclaman por sus propias desaparecidas o asesinadas.
Las mujeres de Quito se unen a otras organizaciones feministas, que reclaman por sus propias desaparecidas o asesinadas.

En la esquina de la calle Sucre las manifestantes hacen una sentada y entonan consignas en contra del funcionario, de espaldas al mayor complejo religioso de Quito: la impresionante iglesia y convento de San Francisco.

Las voces y la música de la manifestación rebotan en las rocas con que se construyeron las decenas de iglesias de los siglos XVI y XVII, que por poco no convierten el centro histórico quiteño en un gran monasterio religioso.

La dorada Iglesia de la Compañía de Jesús, las esmeraldas cúpulas de la Iglesia Santo Domingo, de frente a las prostitutas que se congregan cada día en una esquina de su plaza y la iglesia de las Catalinas en cuyo muro una solitaria pintada reclama por el aborto legal, son algunos ejemplos del ambiente del centro histórico quiteño.

Quien aún no se impresione, sólo debe pararse en la calle Venezuela, al borde de la plaza Grande, para observar en una de las direcciones y sobre una montaña llamada Panecillo, a la majestuosa Virgen Alada, y del otro extremo de la calle, también en una de las tantas elevaciones de la ciudad, a la Basílica del Voto Nacional con su figura omnipresente, debido a su tamaño, en todo el casco histórico.

Allí y en todas las iglesias se venera a la “Azucena de Quito”, Santa Mariana de Jesús, una beata del siglo XVII proclamada Heroína Nacional en el siglo XX por una Asamblea Nacional Constituyente reunida en 1945. Entre las virtudes señaladas para subirla a tal pedestal se mencionaban, además de la caridad con los pobres, la mortificación de su propio cuerpo por medio del ayuno.

Cuando llegan a la Plaza Grande, el centenar de mujeres baila y entonan consignas por la aparición con vida de María José y de Lirio Sofía.  Un diario editado en Guayaquil, El Universo, pondrá días más tarde letras y cifras a la violencia contra las mujeres.

En el Cantón Pasaje un hombre acababa de ser detenido acusado de violar y embarazar a sus dos hijas. También es sospechoso de ser el padre del bebé que espera su hija nieta.

Un recuadro de la misma página daba cuenta de los 11 días de agonía de una mujer de 43 años, Amada de Jesús Ruiz Briones. Su ex pareja roció su cuerpo con combustible y lo incendió en un arrozal de la zona rural.

Según el colectivo Taller de Comunicación Mujer, citado por El Universo, 51 mujeres fueron asesinadas en Ecuador en lo que va del año.

Frente a las columnas de piedra del Palacio de Carondelet -la sede del gobierno nacional ecuatoriano- las mujeres se unen a otras organizaciones feministas, que reclaman por sus propias desaparecidas o asesinadas.  El grupo llega a unas doscientas personas: un megáfono intenta dejar el mensaje a las casi tres millones de personas que viven en las faldas de los cerros de Quito.

Ese viernes por la tarde las luces de la plaza comienzan pronto a prenderse. Un deja vu trae, desde miles de kilómetros, la escena de las luces de otra plaza y del mismo megáfono. En Quito como aquí.

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