5 DE MAYO DÍA DEL CELÍACO

El mundillo de la celiaquía

La celiaquía es una enfermedad autoinmune, crónica y sistémica, que produce una reacción al gluten en individuos predispuestos genéticamente y que provoca una lesión grave en la mucosa del intestino delgado, con una atrofia de las vellosidades intestinales y ocasiona una mala absorción de los nutrientes.

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Por suerte o concientización cada vez hay más productos comestibles para los celíacos.
Por suerte o concientización cada vez hay más productos comestibles para los celíacos.

Puede aparecer en cualquier momento de la vida, afectando tanto a niños como a adultos. La enfermedad celíaca es hereditaria y se activa cuando sufrimos momentos desagradables como un aborto, un divorcio, pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, entre otras. Estas situaciones traumáticas desencadenan una explosión de emociones, que hacen, inclusive que, a edades avanzadas de 60, 70 y 80 años comencemos a ser celíacos, aunque siempre fuimos celíacos, genéticamente hablando, pero no habíamos desarrollado la celiaquía hasta ese momento. 

Una vez confirmado el diagnóstico, procede la parte más difícil: adaptarnos a un tipo de dieta completamente diferente de la habitual de un día para el otro y, con ello, reestructurar considerablemente nuestro modo de vida y el modo de vincularnos con la comida. Sin dudas muchas personas diagnosticadas viven esta etapa con sumo dolor y pesar, pues significa abandonar lo que anteriormente causaba mucho placer y sustituirlo por “comida extraña”, “diferente”.

Además, ya no nos es dada la posibilidad de concurrir a cualquier tipo de restaurant o confitería con amigos, en una especie de “salida espontánea” pues, en la mayoría de los casos, no hay allí opciones aptas para celíacos -y una galleta de arroz no es una opción de menú. Muchos profesionales hablan de esta etapa post diagnóstico como una etapa de duelo genuino, ya que debemos despedirnos de nuestro antiguo modo de vida por uno nuevo que durará toda la vida, -en caso de que queramos mantenernos saludables, por supuesto. Todo está mal. Nadie nos entiende. Somos exagerados. 

Las cosas van modificándose una vez que descubrimos que existen preparaciones y comidas sin gluten inclusive, mucho más ricas que las “normales” (con gluten), y que las mismas comidas típicas de siempre pueden prepararse sin gluten con un poco de aprendizaje y maña en la cocina. Más aún, y esto es lo más importante, nuestra salud va poco a poco mejorando: los síntomas que antes molestaban, como el cansancio, el dolor abdominal, las diarreas, las aftas en la boca, el malestar general, entre otros, empiezan paulatinamente a ceder. El funcionamiento de nuestro organismo se va modificando lentamente ante la no presencia del gluten en el mismo y, aunque no lo veamos o sintamos a corto plazo, las ventajas a largo plazo son incomparables: nos sentimos mejor.

Asimismo, es importante señalar que este camino de dieta sin gluten emprendido, no lo transitamos solos, sino que nos acompañan familiares, la pareja, amigos, o inclusive la enorme comunidad celíaca a nivel nacional (que cada vez crece más). También es difícil para ellos al principio, pero logran adaptarse con la convicción de colaborar -y no “sacrificarse”- en pos de nuestro bienestar.

Quizás sean muchas las desventajas de sobrellevar esta condición en una sociedad tan acostumbrada al entretenimiento y a las salidas entre amigos con una picadita o una pizza de por medio para compartir, sin embargo, las ventajas, o más bien, las “lecciones” que la celiaquía nos puede ofrecer, son mucho más valiosas. Una de ellas radica en comprender de manera más profunda lo que significa una comida compartida con otros: se trata de un momento especial, acogedor, realmente único, el cual no necesita de palabras para expresar su sentido: el amor y el cariño representados en una comida hecha con dedicación. Otra lección importante es la de comprender el verdadero sentido de la salud, es decir, una que consista en el cuidado consciente y el conocimiento de aquello que nos hace bien y aquello que nos hace mal; ciertamente, no podemos seguir sosteniendo un ideal de vida que sabemos nos es perjudicial.

Que nuestra condición de celíacos no nos limite y no nos defina. Antes que celíacos, somos personas y, como tales, merecemos, no compasión, sino respeto, acompañamiento, y fundamentalmente reconocimiento en leyes que regulen precios en productos sin gluten, opciones de “menú” en restaurantes y confiterías, reintegros justos de parte de obras sociales, además de una mayor difusión sobre nuestra condición a fin de que sea más fácil y temprano dar con un diagnóstico correcto.

  • Julieta Gauna González

 

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