DESDE LA PLACENTA

Primer caso de contagio por coronavirus de una madre a su hijo

Uno de los temores que le quedaban a los científicos por comprobar del COVO-19 era el contagio de una madre a su hijo antes de que éste naciera quedó develado: el nacimiento de un pequeño dio positivo y mostró problemas neurológicos.

En Francia se conoció el primer caso de contagio de coronavirus de madre a hijo, a través de la placenta.
En Francia se conoció el primer caso de contagio de coronavirus de madre a hijo, a través de la placenta.

Médicos de un hospital de París han publicado el caso de una joven francesa enferma de covid que ingresó en el hospital en su 35ª semana de gestación. Tras practicarle una cesárea tomaron muestras tanto de ella como de su hijo. Ambos dieron positivo. El análisis también detectó la presencia del patógeno en la placenta de la madre, que pudo ser el vehículo por el que el SARS-CoV-2 llegó hasta el pequeño. Lo peor es que observaron que el recién nacido presentaba anomalías en el cerebro, con una inflamación detectable. Lo mejor fue que tras unos días, madre e hijo, un varón, se fueron a casa sanos.

Desde que se iniciara la pandemia, se han multiplicado los estudios de casos de embarazadas infectadas por el coronavirus. Primero en China y después en Europa, la transmisión intrauterina del virus había sido descartada. Sin embargo, algunos estudios habían encontrado el rastro del patógeno en los recién nacidos. Pero no se podía descartar que el contagio se hubiera producido durante el parto, por el contacto con los fluidos de la madre, o incluso después.

El caso que publican ahora en Nature Communications un grupo de obstetras del hospital Antoine Béclère de Clamart de París (Francia) es diferente. Es la primera vez que aparecen todos los elementos de la peor pesadilla: madre infectada, placenta infectada e hijo infectado. El ingreso de la joven, de 23 años, se produjo en marzo, aunque su caso se ha comunicado ahora. Presentaba los síntomas típicos, como fiebre alta, tos incontenible y abundante expectoración. A los tres días le practicaron una cesárea. Es el sistema de alumbramiento recomendado en situaciones de infección vírica para reducir el riesgo de contagio durante el parto. Las pruebas PCR detectaron la presencia del virus en la sangre del pequeño. Los médicos observaron que la carga viral era más alta en la placenta que en el líquido amniótico o la sangre de madre e hijo.

“Hemos demostrado que la transmisión de la madre al feto es posible a través de la placenta en las últimas semanas de embarazo”, ha dicho a la agencia AFP el doctor Daniele De Luca, del hospital Antoine Béclère de Clamart, autor principal del estudio. Aunque estudios anteriores sugerían la posibilidad del contagio intrauterino, no se apoyaban en pruebas como estas. “Había que analizar la sangre materna, el líquido amniótico, la sangre del recién nacido, la placenta, etcétera. Reunir todas estas muestras durante una epidemia con emergencias en todas las direcciones no fue fácil. Por eso se sospechaba, pero faltaba demostrarlo”, añade el obstetra.

Lo que más inquietó a los médicos fue que, a los tres días de nacer, el bebé empezó a mostrarse muy irritado, sin ganas de comer, con una excesiva hipertonía axial (aumento del tono muscular en las extremidades) y una rigidez en la postura corporal llamada opistótonos. Al estudiarlo con detenimiento, una resonancia magnética del cerebro detectó anomalías provocadas por una inflamación en determinadas áreas cerebrales. Algo así solo se había comprobado en enfermos adultos de COVID-19.

En los tres días siguientes, la inflamación bajó y con ella los síntomas. En las sucesivas revisiones, la última a los dos meses, ya no había rastro salvo una pequeña variación en la sustancia blanca del cerebro, la mielina.

“Este caso ilustra el impacto potencial en el cerebro, lo que es preocupante para los neonatólogos”, dice el investigador en neurociencia neonatal de la Universidad de Bristol Ela Chakkarapani . “Los cambios de neuroimagen observados en este caso no son nada devastadores, pero podrían conducir a déficits intelectuales a largo plazo. A menudo es difícil detectar signos neurológicos clínicos anormales sutiles en los recién nacidos. Dado este estudio, necesitamos determinar si los bebés que han estado expuestos al SARS-coV-2 tienen problemas de desarrollo neurológico a largo plazo. Evaluar el desarrollo de estos bebés a los 18-24 meses en primera instancia nos ayudará a comprender si existe un impacto de la exposición temprana al SARS-CoV-2 en el desarrollo neurológico”, añade.

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