Volvió a su trabajo en Ferrocarriles Argentinos, pero en junio de 1976 le aplicaron la “ley de prescindibilidad”, un régimen de despidos sin causa para los empleados de la administración nacional y empresas estatales, aprobado por la dictadura en el marco del desmembramiento de la organización obrera.
Ya antes de la detención de abril del 76 había sufrido allanamientos en su casa y había sido detenido por primera vez “en diciembre del 75. Mientras trataba de sobrevivir, en septiembre de 1976 se enteró que un grupo de hombres lo andaba buscando. Entonces se decidió y tomó el tren hasta la frontera, cruzó a Bolivia por un paso clandestino y llegó hasta Santa Cruz de la Sierra, el destino casi obligado de tantos argentinos (bolivianos, y chilenos) que escapaban por el norte de la represión estatal.
Al tiempo se radicó en Yacuiba, más cerca de su país. Los lazos que lo ataban con su tierra natal lo llevaron a que dos veces tentara la suerte ingresando al país de manera clandestina, aún durante la dictadura. Recién volvió de manera legal en mayo de 1994, pero las dificultades para conseguir empleo lo convencieron de radicarse definitivamente en Yacuiba, donde sigue siendo peronista, porque “la militancia es un proceso de vida”.