El trágico hecho ocurrió un 4 de agosto de 1976, de la esquina de las calles Martín Cornejo y España. Por aquel tiempo, Carlos trabajaba en el Instituto Provincial de la Salud (IPS), tras volver de Tucumán en donde estudiaba abogacía.
La casa en la que se alojaba con otros estudiantes que militaban en algunas agrupaciones había sufrido un atentado, ante lo cual decidió volver a Salta, continuando con sus estudios en la Universidad Católica de Salta.
Al volver Carlos se sentía seguro, y le dijo a su padre que "se quedaba en el país porque no tenía ninguna militancia. Son sus palabras. Militar podes militar en cualquier cosa pero no es merecido ni para el que milita ni para el que no milita. Lo que pasó es aberrante”, dijo Sonia Mosca Alsina, hermana de Carlos Enrique, al recordar la conversación que el joven había tenido con su padre al volver a Salta ante el atentado que sufrió junto a sus compañeros.
“Es un gesto tardío hacia una muerte cercana e injusta”, fueron las palabras de Pedro Notarfrancesco antes de quebrarse al leer su discurso para quien fuera su amigo. La sensación de las tardanzas también volvió en una carta Judith Manoff, la última novia de Carlos, quien en su misiva escribió: “No logro superar la vergüenza de no haber ido a ver a los padres por miedo”.
En aquel momento, Judith tenía sólo 16 años, y era hermana de Rubén Manoff, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PTS), pero sobre todo amigo de Carlos, con quien había compartido su estadía en Tucumán. Rubén ya falleció. Pero fue uno de los testigos que declaró en el juicio por Mosca Alsina y mostró su total pesar por sentir responsabilidad por lo acontecido con él. “Le generaba mucha culpa lo que la Policía le hacía al padre de Carlos”, dijo ayer Jaqueline Manoff, al recordar los relatos de su padre cuando recordaba el caso.