“Nuestra escuelita se fundó el año pasado. Nosotros, yo con mi hermano Elio Fernández (escritor y docente), hicimos un proyecto para ver qué posibilidad había, si los chicos iban a venir o no y resulta que empezamos con cinco chicos wichi y ahora tenemos 81”, contó a Nuevo Diario Dorita Fernández.
La gran mayoría de los estudiantes son del pueblo wichi pero hay unos diez que tienen origen guaraní, que de todos modos van a aprender lengua wichi. “Es una escuelita que solamente funciona los sábados y se enseña la lengua materna, a escribir la lengua wichi”.
De dudar sobre el interés de los chicos, los hermanos Fernández pasaron a tener que distribuirse tareas. Dorita está a cargo de los más chiquititos y Elio enseña a escribir a los más grandes. Dorita señaló que su actividad como docente consiste en contar cuentos, “trabajar con materiales de la zona, hacer algunas pinturitas, así como preescolar”. En su grupo hay 40 estudiantes.
Como la escuela comenzó a fuerza de voluntad, sin materiales, al principio “fuimos escribiendo cosas en el suelo, (los chicos) iban aprendiendo a mirar los cuentos originarios de los abuelos haciendo figuras en el suelo y ellos participaban”, dijo.
Más tarde comenzaron a recibir “donaciones de algunas hojas y los chicos fueron pintando, haciendo sus cositas, y bueno, cumplimos un año”.
Dorita califica este andar como “una larga lucha porque también nosotros, como nos reunimos a las 9 de la mañana y termina después de mediodía, damos de comer también a los chiquitos. Pero es todo a pulmón, no tenemos ayuda del Gobierno, pero nosotros lo hacemos con gusto solamente para que no se pierda la lengua materna”.
Mientras se enseña y aprende la lengua madre, otros voluntarios de la Comunidad se encargan de la cocina, de buscar la leña, de hacer el pan. “Nosotros estamos así”, explica la voluntaria docente. Pero, como bien lo explica Dorita, la escuela tiene alumnos y docentes, pero no tiene edificio, y casi no hay materiales de consulta.
Las clases se dictan en el patio de la casa paterna de los hermanos Fernández. Sin embargo, el aniversario se vivió con alegría: “Nosotros estamos en lucha y los chicos están contentos”.En cuanto a los materiales para trabajar, “nosotros los construimos conjuntamente con los niños. Y mi hermano trabaja mucho con su diccionario (de lengua wichi, presentado a principios de año), porque no hay muchos materiales de lengua originaria, en toda la República. Hay unos cuantos pero son de otros dialectos”.
“Lo que estamos recopilando vamos haciendo materiales didácticos para ellos mismos”. Y, en cuanto al edificio, el Ministerio de Asuntos Indígenas les entregó chapas “para tener el techo para los alumnos, pero ni así nos alcanza porque hay chapas pero no hay paredes. Es difícil de pensar en eso”, explicó Dorita.
Conflictos por la tierra
La Comunidad Wichi Lote 75 Tierras Fiscales está a dos kilómetros de Embarcación, es como un barrio de la misma localidad. . Las 230 familias que la integran tienen asignadas 374 hectáreas, pero viven situaciones de conflictos por el territorio.
“De a poquito nos van quitando un poco de tierra”, contó Dorita Fernández. “Últimamente nos están quitando casi como cien hectáreas”, precisó. La Comunidad mantiene un conflicto territorial con la Municipalidad de Embarcación y con los finqueros Julio Ortega Velarde y Huberto Bourlon de Rouvre, los mismos que están en conflicto con otras comunidades originarias de la zona.
Las familias del Lote 75 se dedican a las artesanías, la pesca, el corte de ladrillos, la fabricación de carbón y el trabajo en las fincas.