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Hacer pensar, hacer mirar distinto: la urgencia de comunicar con perspectiva de género

En un escenario político que avanza a paso firme e imparable hacia el desmantelamiento de derechos conquistados, la comunicación con perspectiva de género se vuelve no sólo un desafío profesional, sino un acto de resistencia.

A casi dos décadas de la conformación de la Red PAR —Periodistas de Argentina en Red, por una comunicación no sexista— y a diez años del histórico surgimiento de “Ni Una Menos”, el panorama para quienes ejercen el periodismo feminista se presenta como cada vez más hostil, precarizado y silenciado.

Así lo expresa en detalle y con alarma el relevamiento nacional 2025 realizado por esta red, cuyos resultados fueron compartidos con motivo del 3 de junio y el Día de los Periodistas. A partir de una encuesta respondida por 55 integrantes de diversas provincias del país, el informe traza un diagnóstico alarmante: la agenda de género está en franco retroceso en los medios tradicionales y digitales; quienes se dedican a su cobertura enfrentan condiciones de trabajo cada vez más precarias y violencia simbólica constante; y el discurso feminista es objeto de ataques sistemáticos, particularmente en redes sociales.

La periodista feminista salteña Maru Rocha Alfaro, integrante de la Red PAR, dialogó con Nuevo Diario y sintetizó el núcleo de esta problemática: “La importancia de incluir información y contenidos con perspectiva de género y diversidad es que las personas puedan conocer otras miradas y posturas. Eso hace que podamos mirar diferente una realidad que es muy compleja para un sector amplio de la sociedad”. Rocha Alfaro remarca que el periodismo no es una tarea neutral. “El sentido de trabajar en estas temáticas es de hacer comprender que los seres humanos somos diferentes y merecemos trato digno en cualquier circunstancia de vida. Visibilizar las desigualdades entre los géneros y las situaciones que se generan por esto, que son de múltiples violencias, permite pensar sobre nuestra propia realidad. Ahí radica la importancia del ejercicio del periodismo: hacer pensar, reflexionar, mirar distinto”, enfatiza.

Profesión feminizada, precarizada y silenciada

El informe de la Red PAR revela datos contundentes: el 59,3% de quienes integran la red son mujeres que, además, son mamás, cuidadoras y sostén de hogar. Sin embargo, sólo el 50,9% tiene trabajo formal en relación de dependencia, mientras que el resto se desempeña como monotributista, sin registrar o sin estabilidad laboral. Esta situación se traduce en multiempleo, jornadas extendidas y salarios por debajo del mínimo. Las mujeres periodistas que intentan sostener una agenda feminista lo hacen, muchas veces, desde una marginalidad laboral: en medios donde los varones siguen ocupando la conducción de los programas, las producciones con enfoque de género se redujeron un 70% desde diciembre de 2023. En medios tradicionales como radio y televisión, el recorte fue del 60%. Lo deja en claro una de las periodistas consultadas: “Me dijeron que la agenda de género no es un contenido relevante y me solicitaron hacer otras tareas”. Otra comparte: “Nos prohibieron dar capacitaciones en género y comunicación y luego nos despidieron”.

El precio de hablar, violencia simbólica

El informe también da cuenta de una realidad creciente: el costo de abordar temáticas vinculadas a los derechos de las mujeres y diversidades sexuales es cada vez más alto. El 60% de quienes respondieron señaló tener dificultades para incorporar la agenda de género en su trabajo cotidiano, lo que se traduce en autocensura, pérdida de oportunidades laborales y ataques en redes sociales. “En el streaming que realizamos, atacan los trolls cuando tocamos agenda feminista”, cuenta una periodista. Otra señala: “En redes el lenguaje es violento, acompañado de imágenes de igual tipo desde cuentas anónimas, a veces con tono amenazante y de extrema crueldad”. Los efectos sobre la salud mental y emocional de quienes sostienen estas narrativas son evidentes. La violencia simbólica no es sólo una cuestión de redes: es una política de silenciamiento que se inscribe en la estructura de los medios y en el nuevo modelo de comunicación que promueve el Gobierno Nacional, caracterizado por la estigmatización, la desfinanciación y el desprecio por la diversidad.

El relevamiento de la Red PAR recuerda que, desde su creación, la red incidió de manera significativa en la incorporación de la perspectiva de género en la comunicación. Sin embargo, hoy estos avances están en riesgo. En particular, preocupa la falta de financiamiento a proyectos con enfoque de género, la censura en instituciones académicas y científicas —como CONICET y universidades—, y la creciente invisibilización de las organizaciones feministas en el espacio público. “La responsabilidad de quienes somos profesionales de la comunicación es amplia, potente y amorosa hacia las personas que reciben la información que brindamos”, sostiene Rocha Alfaro. “Si no comprendemos nuestra labor en este marco, nos transformamos en meros repetidores de información, como máquinas, y reproducimos información sesgada, estigmatizante, falsa, violenta, odiante que consume la comunidad”.

Sostener la palabra

Mientras se mantienen firmes los reclamos históricos por el acceso a derechos- tal como sucedió durante la semana, con numerosas expresiones de distintos colectivos, por el respeto y la restitución de aquello ganado en las luchas sociales históricas-, la palabra sigue siendo una trinchera.

El derecho a la comunicación con perspectiva de género no es un privilegio: es una herramienta para construir ciudadanía, para imaginar otras formas de convivir, de cuidar y de mirar el mundo. “Ser sostén del grupo familiar implica condiciones que deben ser atendidas por el Estado —concluye el informe—. Consideramos que de esta forma se erradicarán las injusticias y desigualdades por cuestiones de género”.

En tiempos de retrocesos, el periodismo feminista insiste en su función vital: no solo informar, sino hacer pensar. No sólo denunciar, sino acompañar. No sólo contar lo que pasa, sino incomodar, interpelar. Es ese acto, más que nunca en estos tiempos se convierte en revolucionario.

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