
Un reciente relevamiento de CB Consultora volvió a poner en evidencia lo que muchos salteños ya perciben desde hace tiempo: los senadores nacionales Sergio Leavy y Juan Carlos Romero figuran entre los legisladores con peor imagen del país.
Leavy, sin rumbo y sin votos
El exintendente de Tartagal y actual senador, Sergio “Oso” Leavy, ocupa el puesto 64 del ranking, con una imagen negativa del 27,3 %, una positiva de apenas 3,5 % y un preocupante 69 % de desconocimiento a nivel nacional. Lejos de mejorar, su imagen cayó dos lugares respecto al informe de agosto pasado, donde ya figuraba entre los peores evaluados.
Leavy, que busca renovar su banca en las elecciones del 26 de octubre a través del Partido de la Victoria, enfrenta un escenario crítico: las últimas encuestas lo colocan cuarto o quinto en intención de voto, con un escaso 5 a 6 %, por debajo incluso del Partido Obrero, que roza el 7 %.
Lejos quedó su intento de relanzamiento junto a la figura de Cristina Fernández de Kirchner, empapelando la provincia con pancartas que mostraban su rostro junto al de la expresidenta. La estrategia, lejos de captar adhesiones, profundizó las críticas sobre su falta de propuestas concretas.
Romero, con final anunciado
Por su parte, Juan Carlos Romero aparece aún más abajo en el ranking: puesto 69, con una imagen negativa del 39,5 %, y también descendió tres lugares desde agosto.
El histórico dirigente, en funciones públicas desde 1983, ya había anticipado que no buscaría una nueva reelección. No obstante, su figura volvió a los titulares al posicionarse como posible integrante del futuro gabinete de Javier Milei, si el oficialismo logra sostenerse tras el recambio legislativo.
Fin de ciclo… ¿o última jugada?
El informe de CB Consultora refuerza una sensación que recorre las calles de Salta: los senadores salteños están desconectados de la realidad social y política actual, con escasa presencia en los debates centrales y nulo vínculo territorial.
Tanto Leavy como Romero enfrentan el desgaste de años de gestión sin renovación de ideas ni liderazgo real. Uno, atrincherado en un kirchnerismo residual que ya no logra movilizar votos. El otro, aferrado a un poder construido hace décadas, pero cada vez más distante de las demandas actuales.
Con una ciudadanía cada vez más exigente y desencantada, el tiempo de los “eternos senadores” parece estar llegando a su fin.