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Para la Cámara de Carniceros, la caída del consumo de carne en Salta supera el 20%

El consumo de carne vacuna atraviesa una de las caídas más pronunciadas de los últimos años en toda la provincia de Salta.

Según estimaciones de la Cámara de Carniceros, las ventas bajaron alrededor del 20% en los últimos meses, afectando tanto a los pequeños comercios de los barrios salteños como a los del interior. El fenómeno responde a un conjunto de factores: la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, el aumento sostenido de precios y la competencia desleal que sufren los pequeños carniceros frente a las grandes cadenas.

“El descenso no es novedad, viene desde el año pasado y no se ve una recuperación cercana”, explicó Dardo Romano, presidente de la Cámara de Carniceros de Salta en diálogo con medios locales. El dirigente señaló que el consumo de carne vacuna —históricamente el símbolo de la mesa argentina— se encuentra en niveles históricamente bajos. Romano sostuvo que cada vez más familias reemplazan la carne de vaca por pollo o cerdo, opciones entre un 20% y un 30% más baratas. “Las familias buscan rendir más con menos”, resumió. Este cambio de hábitos se percibe tanto en los barrios de la capital como en localidades del interior, donde la inflación impacta con más fuerza en los ingresos familiares.

Los valores actuales muestran con crudeza el golpe inflacionario sobre la mesa salteña: la costilla ronda los $12.000 por kilo, el blando especial llega a $14.000 y el sobaco cuesta entre $9.000 y $10.000. En contraste, el kilo de costilla de cerdo se consigue por unos $5.000, una diferencia que inclina la balanza del consumidor promedio. En los barrios populares de Salta capital, Orán, Tartagal o Rosario de la Frontera, el criterio de compra cambió: ya no se elige por corte o calidad, sino por precio. “La carne ya no se compra por kilo, se compra por plata. La gente pide doscientos o trescientos pesos de lo que se pueda”, relató un carnicero de un barrio salteño.

Crisis para los pequeños comercios

La caída de la demanda golpea fuerte a los comercios familiares. “Cada semana se cierran carnicerías chicas que no pueden competir ni con los precios mayoristas ni con las promociones de los supermercados”, advirtió Romano. El mercado se concentra cada vez más: las cadenas nacionales y los frigoríficos con distribución propia absorben la demanda, mientras los pequeños carniceros intentan sostenerse con ventas mínimas o con promociones diarias para fidelizar clientes. A pesar de un leve repunte del 5% en las ventas durante septiembre —impulsado por el cobro del aguinaldo y la cercanía del Día de la Madre—, los comerciantes consideran que se trató de un movimiento estacional y no de una recuperación real.

No es sólo en Salta

La caída no es exclusiva de Salta. A nivel nacional, la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (CICCRA) registró un consumo anual per cápita de menos de 45 kilos de carne vacuna por habitante, el nivel más bajo desde 1920. En cambio, el pollo superó los 50 kilos por persona al año y la carne de cerdo continúa ganando espacio como alternativa económica. En la provincia, esta tendencia se acentúa por la menor capacidad de compra y el alto nivel de informalidad laboral, que en algunas regiones supera el 45%. Los comercios del interior señalan que el pollo ya representa más del 60% de las ventas diarias.

El panorama describe un cambio cultural forzado por la economía: mientras la inflación redefine prioridades, la dieta de los salteños se transforma. En tanto, los carniceros enfrentan todo un desafío de competitividad y acrobacias extremas con presupuestos acotados de los consumidores.

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