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IPS vs IMAC (o IMAC vs IPS): la versión salteña del juego “Misterio”

El título que encabeza estas líneas, es el elegido por el singular sitio nagNEWS.com.ar para tratar el tema que conoció la luz la semana pasada y que generó todo tipo de especulaciones con respecto a la información conocida sobre el uso indebido de la firma y el sello del cardiólogo Edmundo Falú por prácticas que no realizó y que generó la posible sobrefacturación del IMAC al IPS. A continuación, la visión del citado sitio:

IPS vs IMAC (o IMAC vs IPS): la versión salteña del juego “Misterio”

La información que surgió días pasados sobre un “hecho” irregular detectado por la Auditoría de la obra social más grande de la provincia, el IPS, encendió la caldera de los medios de comunicación a su máxima potencia y convirtió este “hecho” irregular en un presunto delito y en un escándalo público.


Porque en esta obra, o en este juego, conviene aclararlo desde el principio, hay un actor principal —la Justicia— y tres actores secundarios, cada uno con su libreto manchado por la situación, cada uno cargando su parte del problema, cada uno pudiendo ser víctima o victimario según desde dónde se mire.

A veces los escándalos públicos se parecen más a una obra teatral, a un juego, que a un expediente judicial. Algunos personajes hablan demasiado, otros callan en los momentos clave y otros, directamente, ni saben por qué están en escena.
Lo que está pasando entre el cardiólogo Edmundo Falú, el IMAC y el IPS es exactamente eso: un enredo, un entuerto, un drama con olor a disputa interna, declaraciones cruzadas y medios entrevistando a todos… menos al actor que realmente importa.

Porque en esta obra, o en este juego, conviene aclararlo desde el principio, hay un actor principal —la Justicia— y tres actores secundarios, cada uno con su libreto manchado por la situación, cada uno cargando su parte del problema, cada uno pudiendo ser víctima o victimario según desde dónde se mire.

Edmundo Falú y Fernando Saavedra, dos caras en un mismo espejo.

1. Falú: el cardiólogo cuyo nombre aparece donde él dice no haber estado

Está Edmundo Falú, el cardiólogo cuya firma aparece en órdenes médicas después de que —según él— ya no tenía vínculo laboral con IMAC.

Falú sostiene que no estampó esas firmas ni realizó esas prácticas médicas que fueron presentadas en el IPS para su pago, en este caso, por el IMAC.
El IMAC sostiene que sí trabajaba para ellos y atendía pacientes.
¿Quién dice la verdad?

2. IPS: la obra social atrapada entre el deber, la sospecha y la política

El IPS aparece como el organismo que debería controlar, auditar y poner orden.
Pero también es una institución politizada, con internas propias y con un historial de demoras en pagos que impactan directamente en los prestadores.

El ministro Mangione aclaró que por este tema, hay una denuncia penal.
Bien: es lo que corresponde.
Pero la pregunta madre sigue sin respuesta: ¿por qué el sistema permitió que circulen órdenes con una firma presuntamente falsificada sin detectarlo antes?

Hasta que eso no se responda, para muchos el IPS no es el denunciante: es otro eslabón vulnerable del sistema.

3. IMAC: el acusado que se defiende denunciando hostigamiento

La clínica IMAC quedó en el centro de la tormenta por el presunto uso indebido del sello y la firma de Edmundo Falú, sumado a una supuesta sobrefacturación al IPS que no está comprobada ni denunciada formalmente.

El dueño del sanatorio, Fernando Saavedra, habla de hostigamiento estatal, de persecución mediática, de auditorías que nunca encontraron pacientes fantasmas y de una relación tensa con el Gobierno desde que hace meses dejaron de atender al IPS por falta de pago y de que el IPS le debe al IMAC una suma considerable que rondaría los $ 600 millones.

¿Víctima o responsable?
Depende del acto de la obra que se mire.

En este contexto, el actor principal es quien debe hablar.
Lo que queda claro es que Falú, hoy, también es víctima: de un uso indebido de su sello o de un sistema que no registra con claridad los vínculos profesionales.

El actor principal, la Justicia, parece que todavía no aprendió o estudia muy lento su libreto en esta obra.

OPINIÓN DEL PERIODISTA

El título de la nota viene a colación, porque, así como hay obras, también hay juegos. Juegos que se compran en la juguetería, y otros que se juegan solos, sin tablero, sin dados y sin permiso. El que hoy protagonizan el cardiólogo Falú, el IPS y el IMAC se parece bastante a la vieja edición argentina del clásico “Misterio”: todos señalan, todos niegan, todos muestran cartas… pero ninguna termina de cerrar.

En el sobre secreto —ese que nadie abre— debería estar la respuesta:

¿hay fraude, hay error, hay mala fe o hubo un sistema que funciona tan mal que fabrica sospechosos en serie?

En la edición original del juego “Misterio”, uno debía descubrir quién era el culpable, con qué arma y en qué habitación.

En la versión salteña, los jugadores son otros: el doctor Falú, el IMAC y el IPS; el tablero es una combinación de auditorías, declaraciones cruzadas, acusaciones mediáticas y un expediente judicial que todavía no arranca.

Pero lo más parecido al juego sigue intacto: nadie sabe quién miente, quién dice la verdad y quién simplemente no sabe qué carta le tocó jugar.

La única diferencia entre el juego y la realidad es que, acá, las consecuencias no son de cartón: son médicas, políticas y humanas.

Los hechos: lo que está escrito, lo que se dijo y lo que falta por probar

El conflicto estalló cuando desde el Ministerio de Salud se confirmó una denuncia penal realizada por el cardiólogo Edmundo Falú, por el presunto uso indebido de su sello y su firma en prácticas médicas realizadas en el IMAC.

El eco mediático convirtió la situación en un supuesto caso de sobrefacturación, aunque —dato crucial— no hay una denuncia formal por ese concepto, al menos por ahora.

La clínica IMAC, a través de su presidente Fernando Saavedra, negó cualquier maniobra fraudulenta, sosteniendo que “hay cosas raras en todo esto”.

Sostiene que Falú sí tuvo un vínculo laboral prolongado, que atendió pacientes, que hay historias clínicas y auditorías del IPS que lo prueban. No especificó si en la actualidad sigue “adherido” al staff del IMAC.

Falú, por su parte, asegura que no firmó esas órdenes porque ya no tiene nada que ver con ese establecimiento médico.

El IPS dice haber detectado irregularidades, pero todavía no explicó cómo se certificaron esas internaciones en su propio sistema de control.

Tres actores, tres versiones, un expediente sin desenlace.

IMAC: víctima de un sistema o ¿responsable de una irregularidad?

La clínica insiste en que no inventó pacientes, que no hay fantasmas y que la auditoría del IPS estuvo siempre presente.

Saavedra agrega otro dato: desde que IMAC frenó la atención al IPS por falta de pago, “los embates estatales” se multiplicaron.

¿Casualidad? ¿Ruido político? ¿Reacción administrativa?

Depende de quién baraje las cartas.

IPS: denunciante, controlador… y posible damnificado

La obra social aparece como la institución que detectó el problema y alertó al cardiólogo para verificar si –efectivamente- era su firma en las presuntas prácticas médicas realizadas en el IMAC por él. Las desconoció. El IPS presentó la denuncia contra las autoridades del IMAC.

Bien.

Pero también es la obra social que debe explicar por qué su propio sistema no advirtió antes el uso indebido de un sello apócrifo ni la firma cuestionada.

¿Fallas en el control? ¿Fallos en los protocolos?

Sea cual sea la respuesta, el IPS no está fuera de la escena: también queda expuesto.

Lo que este lío deja en claro

El sistema de salud salteño tiene una fragilidad estructural que hace que cualquier diferencia administrativa pueda convertirse en guerra pública.

La falta de controles automáticos genera sospechas donde tal vez no hay delito… o amplifica delitos que podrían haberse detectado antes, ratificando que sí hay delito.

El daño no es solo institucional: hay pacientes en el medio, muchos de ellos oncológicos, que necesitan previsibilidad, no escándalos.

En un sistema sanitario frágil, donde la salud pública depende en buena parte de prestadores privados, este tipo de conflictos no generan claridad: generan miedo.

Miedo a perder la atención, miedo a que nadie quiera atender al IPS, miedo a que profesionales queden expuestos a situaciones que no controlan, miedo a que las clínicas se cansen de la política y trabajen “solo con quienes pagan”.

A esta altura, lo único que queda claro es que IMAC, IPS y Falú cargan en público culpas que todavía no sabemos de quién o de quiénes son.

Y que la única institución que tiene la capacidad de resolver este tema —la Justicia— sigue sin entrar al escenario, o lo hace entre bambalinas.

Hasta que eso pase, esta obra no es un drama ni es un juego: es una tragicomedia con público cautivo y pacientes totalmente vulnerables.

¡Ay!, la Justicia

En todo este entuerto, o juego “misterioso”, la carta que falta mirar es la de la Justicia.

Todo lo que dicen IMAC, IPS y Falú son versiones (la de Falú, con mayor asidero de verdad), relatos de parte, defensas o quejas.

En cualquier lugar donde la Justicia funciona, este caso se resuelve de una sola manera:

Se toma la firma cuestionada. Se hace un peritaje grafológico. Se revisan historias clínicas, registros, auditorías. Se cruza documentación. Se determina si hubo fraude, error, abuso, omisión o mala fe, en síntesis: delito.

Fin del misterio.

Pero ese paso, el único que importa, todavía no ocurrió o no se sabe. Y mientras no ocurra, o no se sepa, todo lo demás es ruido, porque hay preguntas que flotan: ¿Quién presentó las órdenes al IPS?

¿Qué auditor del IPS validó esas prácticas?

¿Quién controló la trazabilidad interna del IMAC?

Especulaciones del periodista y de la gente común

Evidentemente hay algo que no está bien. Si la firma de Falú no es su firma, si el IMAC sí presentó al IPS facturas validadas en la (supuesta) firma de Falú para su cobro, si Saavedra dice que no hay fraude; ¿puede su titular no saber si hay una suerte de connvivencia, de “confabulación” entre “alguien” del IMAC y “alguien” de la auditoría del IPS para justificar el pago de esas prácticas no realizadas por Falú, quedando en el sistema de esa empresa la trazabilidad de la facturación y sin que él no se dé cuenta o no lo sepa?

Porque en esta historia, detalle no menor, hay $ 100 millones (por ahora) que no se sabe si desaparecieron o si estaban por desaparecer con destino incierto, pero con cara conocida.

¿Hay un IMAC paralelo?

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