El PJ bonaerense afrontó una semana clave entre disputas internas y pases de factura
El peronismo bonaerense entró en una semana decisiva para su futuro interno, marcada por nuevas tensiones entre el kicillofismo y el cristinismo.
El próximo viernes, Máximo Kirchner encabezó la reunión del consejo provincial del partido en Malvinas Argentinas, donde se definió la fecha de los comicios internos, previstos entre febrero y marzo del próximo año.
El encuentro formal buscó un acuerdo entre las distintas facciones para establecer el día exacto de la elección de autoridades. Ese mismo día, además del presidente del partido, se eligieron los titulares de los PJ locales en los 135 municipios de la provincia.
Magario emergió como figura de consenso
Detrás de las formalidades, la rosca política se movió con intensidad. Axel Kicillof delegó en los intendentes la tarea de discutir la conducción del PJ provincial, mientras en su sector cobró fuerza el nombre de Verónica Magario como una figura propia que podría ser aceptada por el cristinismo sin una guerra descarnada de por medio.
“Vero quiere ser y La Matanza quiere empujar”, confesó un intendente del kicillofismo, que reconoció la lógica política bonaerense. En ese sector resistieron la llegada de un aliado de Máximo Kirchner o la continuidad del líder camporista en el cargo.
Sin embargo, en el cristinismo surgieron voces disgustadas con la posibilidad de que la ex intendenta matancera ocupe el lugar de Kirchner. “¿Otra vez Verónica? Ya le dieron dos veces la vicegobernación y fue candidata en la Tercera el 7 de septiembre”, se quejó un dirigente del camporismo.
Un intendente que intentó caminar por el medio vio el escenario de manera diferente. “Verónica encabezó la boleta seccional en lugar de CFK y ganó por 25 puntos de ventaja. Todos pueden llegar a un acuerdo”, precisó.
La desconfianza persistió y las acusaciones circularon
En La Plata no creyeron que Máximo Kirchner se corriera de la competencia. “Máximo no se baja. No se corren. Ellos pelean hasta el final”, explicó un funcionario cercano al gobernador Kicillof.
Los pases de factura fueron incesantes. La tregua terminó y la calma se evaporó. La desconfianza siempre estuvo presente. “El motivo real por el que ponen tantas trabas es porque quieren romper. Esa es la intención que tienen. Axel quiere ser candidato y no piensa más allá de la provincia”, se quejó una voz de peso dentro del camporismo.
Desde el otro lado, la mirada fue opuesta. “La Cámpora no le va a entregar nada a Kicillof. Es todo a fuerza de cagarse a palos. Es así todo el tiempo. Una batalla tras otra”, graficó un intendente con diálogo fluido con el gobernador.
La unidad forzada y el fantasma de la intervención
Pese a las peleas constantes, muchos dirigentes creyeron que la presidencia del PJ bonaerense se resolvería con una lista de unidad. No vieron viable la posibilidad de una elección interna. Reconocieron que esa unidad nunca fue completa ni creíble para ninguno de los dos lados, pero así subsistieron hasta ahora sin que todo estallara en mil pedazos.
Algunas voces potentes dentro del kicillofismo vieron con buenos ojos la chance concreta de competir en comicios partidarios. “Algún día tenemos que elegir, que volver a las elecciones y no a los acuerdos forzados”, se quejó un jefe comunal del interior bonaerense.
En medio de la discusión, existió el temor de que, al vencer el mandato de Kirchner, el partido quedara expuesto a una posible intervención. Por eso muchos creyeron que el manejo del líder camporista fue desprolijo y que accionó tarde su decisión. Sobre esa base, a muchos les cayó mal su planteo público respecto a lo que consideró “la desesperación de algunos” para presidir el partido.
Fuente: Infobae



