Empresa de transporte 20 de Junio: cuando lo barato sale caro
El reloj marcaba las ocho de la mañana. El andén de la terminal de ómnibus de Salta estaba colmado de pasajeros listos para viajar. Lo que debía ser una salida normal terminó convirtiéndose en una sucesión de demoras, silencios y malos tratos.
La empresa 20 de Junio es una de las opciones más elegidas por muchos usuarios, no por el confort ni por la calidad del servicio, sino por ser una de las alternativas más económicas del mercado. En un contexto socioeconómico adverso, esa elección resulta comprensible.
El colectivo, proveniente de Jujuy y con salida programada a las 8, nunca partió a horario. No lo hizo a las ocho ni a las nueve.
La explicación llegó tarde y de manera confusa: una doble pinchadura de cubiertas había obligado a cambiar las gomas, y la unidad permanecía en General Güemes a la espera de la reparación.
Se trata de una contingencia mecánica posible en cualquier servicio de transporte. Sin embargo, el problema no fue el desperfecto en sí, sino la falta de previsión, de información clara y, sobre todo, de un trato digno hacia los pasajeros.
Durante casi dos horas, decenas de personas quedaron varadas sin saber qué hacer ni a quién recurrir. Para muchos, una demora de ese tipo no es una simple molestia: implica perder turnos médicos, llegar tarde al trabajo, incumplir compromisos o, directamente, no llegar.
En ese contexto, una pasajera se acercó a solicitar información y a consultar por un eventual resarcimiento. No buscaba un conflicto, sino una respuesta clara y respetuosa. Según relató a Nuevo Diario, solo encontró silencio, miradas esquivas, indiferencia y agresividad.
Cuando insistió en ser atendida con respeto, la situación escaló. El intercambio con la empleada de la ventanilla terminó en un destrato que, gritándole a la afectada, dejó en evidencia una distancia preocupante entre la empresa y quienes sostienen su actividad: los pasajeros.
La joven damnificada relató lo ocurrido de la siguiente manera:
“Buenas, anoche compré un pasaje por la plataforma Central de Pasajes para viajar a Tucumán desde la terminal de Salta a las 8 de la mañana, por la empresa 20 de Junio. Al llegar hoy, me informaron que el colectivo estaba demorado porque tenía dos cubiertas pinchadas y estaba en una gomería de General Güemes. Esperé una hora y media y no llegaba.
Mi mamá se acercó a la ventanilla para preguntar y la empleada le respondió de manera irrespetuosa, sin siquiera mirarla a los ojos, concentrada en su celular. Luego me acerqué yo y consulté por la posibilidad de que me devuelvan el pasaje, y me dijeron que debía llamar al call center. Llamé incontables veces a ese número y a un 0800, pero nunca obtuve respuesta.
Finalmente, compré otro pasaje en otra empresa para viajar a las 10. Para ese momento, yo ya estaba saliendo hacia Tucumán y el colectivo de la 20 de Junio todavía no aparecía. Exijo una respuesta y un resarcimiento económico, además del maltrato que recibimos con mi madre. Hay testigos que pueden dar fe de la situación”.
Otros pasajeros coincidieron en el mismo diagnóstico: más allá de la demora, lo más grave fue la manera en que se gestionó la situación por la empleada. No hubo anuncios claros, ni información actualizada, ni contención mínima. Tampoco empatía.
El episodio contrasta fuertemente con la imagen que la empresa construye de sí misma en su página web, donde Transportes Automotores 20 de Junio se presenta como una firma con “más de 60 años de excelencia”, que proclama calidad de servicio, innovación constante y pasión por el transporte. Para quienes esperaban esa mañana, esos conceptos quedaron reducidos a una retórica vacía.
La crónica no habla solo de cubiertas pinchadas. Habla de un sistema donde las contingencias siempre las paga el usuario más vulnerable, aquel que elige un servicio económico porque no tiene margen para otra cosa y, a la vez, carece de herramientas reales para canalizar los reclamos, ya que tampoco tenían o no quisieron brindar el Libro de Quejas solicitado inutilmente.
No hay canales eficaces, no hay respuestas inmediatas, no hay resarcimientos visibles. Solo espera, maltrato y resignación.
Visibilizar estas situaciones no es “hacer leña del árbol caído”, sino exponer una realidad cotidiana que pocas veces se cuenta. Porque cuando el transporte falla, no falla para todos por igual.
La paradoja es clara: el pasaje de la empresa 20 de Junio a Tucumán cuesta alrededor de $30.000, frente a los más de $41.000 de otras compañías. Esa diferencia de precio obligó a la pasajera a volver a pagar para poder viajar a tiempo y llegar a defender su tesis universitaria.
Esta experiencia confirma, una vez más, que, en determinados contextos, lo barato sale caro.



