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Entre controles y precios bolivianos más caros, cae el movimiento comercial en la frontera

El interventor de Aguas Blancas, Adrián Zigarán, describió un panorama completamente distinto al que encontró cuando llegó a la frontera hace un año.

La clausura de Finca Carina —que lleva más de 120 días cerrada— y la implementación del Plan Güemes redujeron drásticamente el contrabando y modificaron por completo el movimiento comercial en la zona.

Según explicó, la caída del contrabando es directa y responde al endurecimiento de los controles: prefectura permanente, el histórico puesto 28 de Gendarmería, y entre tres y cinco móviles de fuerzas federales distribuidos entre Orán y Pichanal.

Zigarán remarcó que un factor decisivo fue la instalación de un scanner en el puesto 28, incorporado con el Plan Güemes, por donde pasa toda la mercadería.

“Antes no había ese nivel de supervisión. Hoy podés encontrarte entre dos y seis controles en un tramo muy corto”, señaló.

Precios más altos en Bermejo y un peso argentino devaluado “a ojo”

Si bien el contrabando cayó por los controles, Zigarán aclaró que la baja del movimiento comercial obedece a otros factores: el encarecimiento de productos en Bermejo, el desdoblamiento cambiario informal y la situación económica en ambos países.

“Los comerciantes de Bermejo subieron mucho los precios. Y los bolivianos cotizan el peso argentino a ojo, siempre a su favor. Cada vez te toman menos”, explicó.

A eso se suma la expectativa de una posible devaluación en Bolivia, lo que genera más incertidumbre para quienes cruzan a comprar.

En muchos rubros, sostuvo, los precios en Bermejo ya están iguales o incluso más caros que en Salta, con la diferencia de que del lado argentino se puede financiar, algo imposible del lado boliviano.

Ese cambio en la ecuación encareció las compras y redujo el flujo de gente. “Hoy queda un contrabando de subsistencia”.

Zigarán insistió en que el nivel de contrabando actual no se parece en nada al de otros años.

Con el cierre de Finca Carina —epicentro del contrabando a gran escala— y la presencia permanente de fuerzas federales, la actividad se redujo “entre un 80% y un 90%”.

Aclaró que existe un desvío habitual por debajo de la terminal, tolerado mientras no sea masivo, porque exigir que todo cruce pase por Migraciones haría inviable el trabajo de los bagayeros.

“Si aplicás la regla estricta, cada persona puede pasar 300 dólares mensuales. Los bagayeros se quedan sin trabajo el primer día”, dijo.

Por eso definió el movimiento actual como “un contrabando de subsistencia”, muy lejos del volumen que dominó la frontera antes del cierre del predio.

De colas kilométricas a apenas unos metros

El contraste se ve en el tránsito. “Cuando llegué, había colas de tres, cuatro, cinco kilómetros en el puesto 28. En los últimos meses no pasan de 100, 200 o 300 metros”, señaló.

La diferencia se explica por los controles reforzados y por la caída general de la actividad económica. “No hay tanto circulante, la gente no vende todo lo que lleva, y también impacta el plan del Gobierno nacional de retirar pesos de circulación”, sostuvo.

Una frontera que busca un equilibrio Zigarán insistió en que su tarea es evitar que el endurecimiento total de las reglas termine paralizando Aguas Blancas. “Yo tengo que buscar que la cosa fluya, porque si nos ponemos demasiado estrictos, Aguas Blancas se muere”, advirtió. Mientras tanto, la frontera transita un escenario inédito: menos contrabando, productos que ya no ofrecen ventajas del lado boliviano, mayor presencia de fuerzas federales y un comercio que intenta sobrevivir en medio de cambios que, según el interventor, “modificaron por completo la dinámica del pueblo”.

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