Isabel II, una reina en un mundo cambiante

El mayor logro de la reina Isabel de Inglaterra, que murió en Balmoral en Escocia tras 70 años en el trono, fue mantener la popularidad de la monarquía durante décadas de enormes cambios políticos, sociales y culturales que amenazaron con convertirla en un anacronismo.

Isabel, una figura digna y fiable que reinó más tiempo que ningún otro monarca británico, ayudó a conducir la institución hacia el mundo moderno, eliminando el ritual de la corte y haciéndola algo más abierta y accesible, todo ello bajo la mirada de unos medios de comunicación cada vez más entrometidos y a menudo hostiles. Si bien la nación sobre la que reinaba a veces trataba de encontrar su lugar en un nuevo orden mundial y su propia familia a menudo incumplía las expectativas del público, la reina siguió siendo un símbolo de estabilidad, que trató de trascender las barreras de clase y se ganó el respeto a regañadientes incluso de republicanos empedernidos.

Para gran parte del mundo era el epítome de Gran Bretaña, pero seguía siendo una especie de enigma como persona: nunca concedía una entrevista y rara vez expresaba emociones u ofrecía una opinión personal en público. "Creo que ha aportado vida, energía y pasión al cargo, ha conseguido modernizar y hacer evolucionar la monarquía como ninguna otra", dijo su nieto, el príncipe Guillermo, en un documental televisivo en 2012.

Isabel Alejandra María nació el 21 de abril de 1926 en el número 17 de Bruton Street, en el centro de Londres. La joven princesa nunca esperó ascender al trono: sólo después de que su tío, el rey Eduardo VIII, abdicó en 1936 por su amor a la divorciada estadounidense Wallis Simpson, la corona pasó a su padre, Jorge VI, cuando ella tenía 10 años. Tenía 25 años cuando su padre murió y se convirtió en la reina Isabel II el 6 de febrero de 1952, mientras estaba de gira por Kenia con su marido, el príncipe Felipe. Winston Churchill fue el primero de los 15 primeros ministros (incluida la recién asumida Liz Truss) que ejercieron durante su reinado.

"En cierto modo, no tuve un aprendizaje, mi padre murió demasiado joven y, por lo tanto, todo fue una asunción muy repentina y tratar de hacer el mejor trabajo posible", dijo en un documental de 1992. Y agregó: "Es una cuestión de madurar en algo que uno se ha acostumbrado a hacer y aceptar el hecho de que aquí estás y es tu destino. Es un trabajo para toda la vida". Durante sus 70 años en el trono, Gran Bretaña experimentó un cambio dramático.

La austera década de 1950 de la posguerra dio paso a la agitada de 1960, al liderazgo divisivo de Margaret Thatcher en la de 1980, al Nuevo Laborismo de Tony Blair en la de 1990, y después a la vuelta a la austeridad económica y a la pandemia del COVID-19. Los gobiernos laboristas y conservadores se sucedieron, el feminismo cambió la actitud hacia las mujeres y Gran Bretaña se convirtió en una sociedad mucho más cosmopolita y multiétnica.

Isabel estuvo en el trono durante la mayor parte de la Guerra Fría, desde la muerte del líder soviético Josef Stalin. Durante su reinado hubo 14 presidentes de Estados Unidos, desde Harry S. Truman hasta Joe Biden, y conoció a todos excepto a Lyndon Johnson. El voto de Gran Bretaña a favor de abandonar la Unión Europea en 2016 puso de manifiesto las profundas divisiones de la sociedad británica, mientras que los nacionalistas siguieron presionando para que se celebrara un nuevo referéndum sobre la independencia de Escocia que tiene el potencial de desmembrar el Reino Unido.

"Mientras buscamos nuevas respuestas en la era moderna, por mi parte prefiero las recetas probadas, como hablar bien de los demás y respetar los diferentes puntos de vista; unirse para buscar el terreno común; y no perder nunca de vista el panorama general", dijo antes del referéndum de 2014 sobre la secesión de Escocia, en lo que pareció ser un mensaje a los políticos. Los escoceses votaron por permanecer en el Reino Unido.

Con el tiempo, Gran Bretaña evolucionó hacia una sociedad más igualitaria, en la que la clase dirigente tuvo que dejar paso a florecientes capas medias, en la que los aristócratas dejaron de dominar las mejores universidades y la mayoría de los pares hereditarios perdieron sus escaños en la Cámara de los Lores del Parlamento. Al principio, Isabel recurrió en gran medida al antiguo círculo de asesores de su padre, pero poco a poco fue incorporando a la corte real a más diplomáticos de carrera y ejecutivos de negocios, mientras ella y su marido, Felipe, intentaban modernizar la monarquía.

"Es astuta, compasiva, muy perspicaz y tiene las virtudes típicas y tradicionales que se asocian con los británicos", dijo el ex primer ministro John Major durante las celebraciones del nonagésimo cumpleaños de la monarca. "Si se diseñara a alguien para ser monarca aquí en Gran Bretaña, creo que se diseñaría a alguien exactamente como Isabel II".

En 1992, Isabel respondió a las críticas sobre la riqueza real ofreciendo pagar el impuesto a la renta y reduciendo el número de miembros de su familia en la nómina del Estado. Pero sus años en el trono no fueron nada fáciles. Pasó gran parte de la primera parte de su reinado despidiéndose del imperio británico que habían acumulado sus antepasados, desde Kenia hasta Hong Kong. Barbados fue el último país en prescindir de ella como jefa de Estado en noviembre de 2021. Sin embargo, sigue siendo la monarca de 15 países y jefa de la Mancomunidad Británica de Naciones.

Su matrimonio con Felipe, un príncipe griego con el que se casó a los 21 años, se mantuvo sólido durante 73 años hasta su muerte en abril de 2021, pero su hermana, su hija y dos de sus hijos no tuvieron -muy públicamente- tanta suerte en el amor. En 1992, calificó de "annus horribilis" el cuadragésimo aniversario de su llegada al trono, después de que tres de los matrimonios de sus cuatro hijos fracasaran y hubo un incendio en el castillo de Windsor, su residencia.

La muerte en 1997 de la princesa Diana, la esposa divorciada del hijo mayor de Isabel, Carlos, infligió aún más daño al prestigio público de la familia. Fue la única ocasión durante su reinado en la que se sugirió seriamente que la monarquía podría tener los días contados. El periodo quedó plasmado en la película "La Reina", ganadora de un Oscar en 2006, en la que se retrataba a Isabel como una mujer seria pero incomprendida.

Sin embargo, mientras sus hijos y otros miembros de la realeza aparecían a veces en los titulares de los tabloides por sus problemas matrimoniales y sus indiscreciones públicas, el comportamiento de la propia Isabel seguía siendo irreprochable. "No es que nunca haya dado un paso en falso, es más que eso: entiende al pueblo británico", dijo el profesor Vernon Bogdanor, experto en historia constitucional británica.

La principal crítica que se le hizo fue que era demasiado solemne y distante, una mujer reconocida por millones de personas, pero desconocida por casi todos. Algunos de sus críticos dijeron que la única vez que había mostrado verdadera emoción en público fue cuando la realeza se despidió con lágrimas de su magnífico yate Britannia, meses después de su estoica respuesta a la muerte de Diana. No obstante, según quienes trabajaron estrechamente con ella, en privado no era la figura pública distante que la mayoría veía, sino perspicaz, divertida y muy consciente del estado de ánimo de la nación.

En los últimos 20 años, respaldados por una operación mediática mucho más profesional y sofisticada, sigue habiendo pompa y boato, pero menos formalidad en torno a la reina y su familia. Millones de personas acudieron a las celebraciones de sus 50, 60 y 70 años en el trono, y un papel en un corto de James Bond se convirtió en el punto culminante de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

En la breve secuencia saludó al actor Daniel Craig en el Palacio de Buckingham, pronunciando sólo cuatro palabras antes de que los efectos visuales la mostraran aparentemente con él en un helicóptero y saltando en paracaídas en el estadio. Una década más tarde, al comienzo de un concierto de pop del Jubileo de Platino, volvió a recibir grandes aplausos por un sketch cómico pregrabado con el oso Paddington, en el que le decía al famoso personaje de ficción que siempre guardaba su bocadillo favorito -un sándwich de mermelada- en su omnipresente bolso.

Se dice que la reina bromea con los líderes mundiales, que se relaciona fácilmente con los jefes de gobierno de la Mancomunidad Británica de Naciones y que le gusta apostar a los caballos de carreras, una pasión de larga data. "Lo que sabemos de la reina es muy poco", dice Matthew Dennison, biógrafo de Isabel. "Sabemos que le gustan las carreras. Sabemos que le gustan los corgis. Sabemos que prefiere las mantas y las sábanas a los edredones. Pero más allá de eso, no sabemos casi nada de ella".

Durante la Segunda Guerra Mundial aprendió a ser conductora y mecánica mientras servía en el Servicio Territorial Auxiliar femenino. Su amor por la naturaleza y los animales está bien documentado y comentaristas han dicho que se sentía más a gusto con tweeds que con diademas. "Me disgusta tener que trabajar algunas horas en lugar de estar al aire libre", dijo en una ocasión.

La esposa del príncipe Guillermo, Kate, dijo que, a puerta cerrada, la reina evitaba la pompa real. "Uno esperaría mucha grandeza y mucho alboroto (…) pero, en realidad, lo que realmente me impresiona es su amor por las cosas sencillas, la falta de alboroto, y creo que esa es una cualidad especial", dijo Kate en un documental televisivo con motivo del nonagésimo cumpleaños de Isabel.

A su lado durante casi todo su reinado estuvo su marido, al que atribuyó ser su "fortaleza y sostén". "Tuve la bendición de tener en el príncipe Felipe a un compañero dispuesto a desempeñar el papel de consorte y a hacer desinteresadamente los sacrificios que conlleva", dijo en febrero de 2022, cuando cumplió 70 años en el trono. La pareja tuvo cuatro hijos: Carlos nacido en 1948, Ana en 1950, Andrés en 1960 y Eduardo en 1964, además de ocho nietos y 12 bisnietos.

El futuro 

"Se ha dicho que 'el arte del progreso es preservar el orden en medio del cambio y el cambio en medio del orden', y en esto la reina no tiene parangón", dijo el entonces primer ministro David Cameron en un discurso ante el Parlamento en 2012. "Ella nunca ha cerrado la puerta al futuro; por el contrario, ha abierto el camino a través de él". La familia de la reina y la élite política británica hablaron con admiración de su capacidad de adaptación sin perder nada de la dignidad de su papel. El éxito futuro de la monarquía podría depender de la admiración de los británicos por la próxima persona que ocupe el trono.

"La monarquía es tan buena como la gente que hace el trabajo", dijo el biógrafo real Robert Lacey, que fue consultor histórico del drama de Netflix "The Crown". "Somos esencialmente, cuando miras la estructura y la forma en que funciona el país, una república con esta gloriosa chuchería encima que todos disfrutamos. Y siempre podemos quitar el adorno cuando queramos". La propia Isabel estableció el objetivo de su vida a una edad temprana. "Declaro ante todos vosotros", dijo en una emisión por su vigésimo primer cumpleaños, "que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial".

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