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Kirguistán está perdiendo su condición de única democracia de Asia Central

El presidente Sadyr Japarov está silenciando a la oposición y consolidando el poder tras unas elecciones parlamentarias que otorgaron la victoria a sus aliados.

Kirguistán, durante años la excepción democrática en una región de Asia Central dominada por gobiernos autoritarios, está retrocediendo rápidamente hacia el autoritarismo. Este proceso se aceleró el pasado 30 de noviembre, cuando unas elecciones parlamentarias dieron una clara victoria a los candidatos leales al presidente Sadyr Japarov, fortaleciendo su control del poder en vistas a un posible segundo mandato.

Japarov ascendió al poder de manera tumultuosa hace cinco años, tras protestas masivas que derrocaron al entonces presidente. Liberado de prisión —donde cumplía condena por secuestro— en medio del caos, fue instalado como primer ministro y luego elegido presidente en unos comicios relativamente limpios. Sin embargo, su trayectoria pronto viró hacia el autoritarismo.

Consolidación del poder y silencio opositor

En los últimos años, el gobierno de Japarov ha prohibido medios de comunicación críticos y encarcelado a figuras opositoras. Poco antes de los comicios, destacados miembros del partido Socialdemócrata fueron arrestados bajo la acusación de conspirar para organizar protestas y derrocar al presidente.

Las elecciones fueron el último paso en su estrategia de consolidación. A principios de año, el parlamento —ya dominado por sus aliados— aprobó un cambio crucial: abandonó el sistema de representación proporcional y volvió al de mayoría simple para los 90 escaños legislativos. Aunque en teoría buscaba reducir la corrupción, en la práctica debilitó a los partidos políticos. Solo un partido presentó candidatos; la mayoría de los contendientes fueron independientes, muchos de ellos leales a Japarov.

La campaña fue descrita como “deslucida”, con fuertes restricciones a la libertad de expresión de los candidatos. El desánimo se reflejó en una participación récord de solo el 36,9%.

Transformación institucional y giro hacia Rusia

Japarov ya había modificado la Constitución para eliminar el límite de mandatos presidenciales —anteriormente restringido a uno— y transformó el sistema político de parlamentario a presidencialista, concentrando el poder en su figura.

Sus reformas también incluyen cambios simbólicos y represivos: rediseñó la bandera nacional, renombró una capital regional y, de manera más preocupante, introdujo una ley inspirada en la legislación rusa de “agentes extranjeros”, que obliga a las ONG que reciben financiación internacional a registrarse como “representantes extranjeros”.

Este giro hacia el modelo ruso ha sido bien recibido por el Kremlin. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha calificado a Kirguistán como un “socio confiable”. Esta confiabilidad incluye servir como plataforma para evadir las sanciones occidentales contra Rusia, lo que ha impulsado la economía kirguisa con un crecimiento anual de alrededor del 9% desde la invasión a Ucrania.

El precio de la estabilidad

El auge económico y el cansancio tras tres revoluciones en dos décadas han hecho que parte de la ciudadanía tolere el recorte de libertades a cambio de estabilidad. “La democracia no debería ser ruido, sino resultados”, afirmó Edil Baisalov, viceprimer ministro.

Japarov fue más directo en su mensaje previo a las elecciones: “El Estado ahora es fuerte. De ahora en adelante, solo verán golpes de Estado en sus sueños”. Una declaración que, para muchos, suena tanto a promesa como a amenaza, sellando el declive de la que fue la única democracia de Asia Central.

Fuente: Infobae

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