La feria de la San Martín funciona entre total vulnerabilidad, riesgos y quien manda
En pleno predio del Club San Martín opera la Feria del Oeste, un enclave comercial informal donde las reglas parecen dictarse fuera de los contratos y la institucionalidad.
Allí los negocios se cierran con apretón de manos y silencios, y quien manda no siempre tiene un cargo oficial, pero sí, como se dice en el lugar, “la llave”. Esa figura es Ángel. G., conocido como “Don Ángel”, quien funciona como administrador de facto del espacio.
Documentos notariales y testimonios de feriantes, recopilados en julio por escribanas públicas, revelan un sistema de alquiler diario de puestos que se paga en efectivo, sin recibos ni constancia legal. El “derecho de piso” ronda los 8.000 pesos diarios, mientras que la compra de la “llave”, un pago inicial para asegurar un puesto, puede llegar a los 500.000 pesos, sin contrato formal ni garantía legal.
Según los vendedores, el mismo “Don Ángel” que cobra el piso también controla la luz y determina quién permanece o no en el predio.
Los puesteros señalan que los gastos de mejoras corren por cuenta de los feriantes y que las condiciones de seguros o respaldo legal son desconocidas.
Conviene recordar lo ocurrido en el mercado San Miguel: alguien del ámbito oficial debería controlar lo que sucede.
Si bien la feria mueve millones de pesos al mes y es un espacio activo dentro del club, en los papeles no existe un responsable formal. Ni el club ni la Municipalidad figuran como administradores del negocio.
El caso expone un fenómeno creciente: la informalidad organizada dentro de espacios comunitarios, donde la economía en efectivo y la ausencia de control estatal generan un circuito paralelo de poder y dependencia.
La pregunta es inevitable: ¿quién resguarda a los puesteros y al público?



