“Nepo” comandaba una banda que traficó 181 kilos de cocaína
Héctor Daniel “Nepo” Pereyra fue condenado a 6 años y 6 meses de prisión por el delito de transporte de estupefacientes agravado por el número de intervinientes.
“Nepo” Fue juzgado por comandar un transporte de 181 kilos de cocaína, el que fue descubierto el 12 de septiembre del año pasado en la ruta 53, a la altura del paraje Corral Quemado, a pocos kilómetros de la localidad de Padre Lozano, entre Embarcación e Hickman.
La droga fue hallada en un doble fondo de una camioneta Mitsubishi, la que fue abandonada volcada. El rodado era conducido por su sobrino Nicolas Echazú donde estaba también su primo Damián Pereyra, quienes se dirigían al cruce de Pichanal, paso previo a llegar a la capital salteña.
Hipótesis
El caso fue investigado por la Unidad Fiscal Salta, a cargo del fiscal federal Ricardo Toranzos, quien destacó la labor de la auxiliar fiscal Carolina Aráoz Vallejo, tanto en el ámbito investigativo como de litigación.
La hipótesis expuesta y acreditada en el juicio, indicaba que Pereyra obtenía la droga de Bolivia, previa negociaciones con proveedores en Salvador Mazza. Una vez que tenía el producto, lo trasladaba a Buenos Aires, para lo cual utilizaba distintos vehículos, tanto para la carga como para hacer de “coche puntero” y evitar así los controles de las fuerzas de seguridad.
En los alegatos se dio por acreditada la responsabilidad penal de “Nepo” Pereyra, ya que “las pruebas desarrolladas en el debate” no dejaron dudas de su intervención “preponderante” en la planificación y ejecución del transporte frustrado por el vuelco de la camioneta.
Entre otras pruebas que ratificaron esta responsabilidad la acusación, se refirió a las intervenciones telefónicas, ya que las mismas demostraron comunicaciones de los acusados en torno al tráfico del tóxico.
El ingenio supera la falta de WiFi para los narcos
Nepo tenía a su alrededor un paisaje desolador, sin embargo se las ingenió para tener señal de WiFi.
Un mástil de unos 10 metros de altura, del cual cuelga una soga con un pequeño balde de metal, artefacto que no guarda ninguna relación con la actividad rural del lugar.
Este aspecto fue descrito por los gendarmes que investigaron el caso, quienes explicaron que, dado lo inhóspito de la zona, era muy difícil captar señal de Wifi, por lo que habían construido el mástil para enviar y recibir mensajes, para lo cual usaban el balde. En el interior depositaba el celular con el mensaje que querían mandar, luego lo izaban hasta la punta del mástil, esperaban unos minutos y lo arriaban, para así conocer la respuesta.
Los mensajes, obviamente, estaban vinculados a la actividad de tráfico. Contrariamente a lo precario de este sistema, el acusado había implementado el uso obligatorio de dos aplicaciones (Wickr Me y Surepot) para enviar mensajes vinculados al tráfico de la droga, ya que dichas plataformas borran los mensajes una vez leídos.
Pese a estas previsiones, la fiscalía pudo valerse de un gran cúmulo de pruebas, casualmente, de las pericias realizadas a los teléfonos secuestrados, como así también del informe confeccionado respecto a los impactos de las antenas de telefonía, lo que ayudó a confirmar los movimientos de los acusados.