Sólo letras y más letras para el desahogo de un padre por la muerte de su hijo
Hace 32 años fallecía Juan Néstor Javier, mi hijo, el primogénito, que desde su concepción generó sólo ilusiones y más sueños ante su advenimiento. El destino, o Dios, tenía otros planes.
La vida, por cierto, nos plantea un sinfín de sorpresas, de las buenas y de las otras. Lo segundo fue mi caso. Recordar cómo fue su llegada y partida en 12 horas, es casi un acto de autoflagelación que no merece comentario.
Si cabe recordar que me sumí en rabia, indignación, impotencia, dolor -infinito dolor-, y después resignación, eterna resignación y por último comprensión.
En mi esencia de cristiano –no soy el mejor cristiano-, creo todavía y me aferré a esa creencia de que Javier vino a cumplir una misión; la triste y dolorosa misión de enseñarme a ser humilde. Si, humilde, porque en ese tiempo –joven, con dos muy buenos trabajos- creía que todo lo podía. La vida, en su forma más cruel me hizo entender que no era así.
Desde su gestación, y ante el conocimiento de que sería varón, como todas o casi todas las parejas elegimos su nombre: se llamaría Néstor Javier, pero las circunstancias y la enfermera que lo bautizó para su viaje en Paz lo llamó “Juan”. Desde ese momento es Juan Néstor Javier.
Dios en su infinita misericordia me bendijo y me premió regalándome después cuatro hermosas hijas, hoy ya señoritas y excelentes personas que son mi mejor y mayor orgullo.
En mis jaculatorias -que las tengo- quiero creer que la misión de Javier se cumple, o por lo menos trato e intento de volver a esa humildad que había perdido.
Porqué estas líneas?, Creo que a nadie le importa o quizás sí, a algunos padres a los que les ha pasado algo similar y por supuesto a las madres. O quizás estas líneas son un desahogo o para mantener fresco su “sacrificio” que al recordarlo me sigue generando el… que hubiera sido si…, le habría gustado compartir con su padre y sus amigos un domingo de básquet?…, que me hubiera dicho de mis errores?… En fin, infinitas preguntas con respuestas inciertas y subjetivas de realidades irreales y subjetivas.
Curiosamente, por esos días volvió a tener vigencia una canción escrita por Jorge Fandermole e interpretada por Juan Carlos Baglieto junto a Silvina Garré, que describe todas y cada una de las sensaciones que nacieron con la muerte de Javier. Casi como si un ángel hubiera escrito esa canción poéticamente bella y cruel, aún hoy, cuando la escucho me conmueve el corazón. Para que comprendan, la letra de esa canción:
Sabes, hermano, lo triste que estoy
Se me ha hecho vuelo de trinos
Y sangre la voz
Se me ha hecho pedazos
Mi sueño mejor
Se ha muerto mi niño, mi niño, mi niño
Mi niño, Hermano.
No pudo llenarse la boca de voz
Apenas vacío el vientre
De mi dulce amor
Enorme y azul, la vida se le dio
No pudo tomarla, no pudo tomarla
De tan pequeño
Yo le había hecho una blanca canción
Del amor entre una nube
Y un pez volador
Lo soñé corriendo abrigado en sudor
Las mejillas llenas, las mejillas llenas
De sol y dulzor
Era en abril el ritmo tibio
De mi chiquito que danzaba
Dentro del vientre un prado en flor
Era su lecho y el ombligo y el ombligo
Y el ombligo el sol
No busques, hermano, el camino mejor
Que ya tengo el alma muda
De pedirle a Dios
¿Qué hacemos ahora, mi dulzura y yo
Con dos pechos llenos, con dos pechos llenos
De leche y dolor?
Era en abril el ritmo tibio
De mi chiquito que danzaba
Dentro del vientre un prado en flor
Era su lecho y el ombligo y el ombligo
Y el ombligo el sol
Estamos pensando, sería mejor
El marcharnos tres, el marcharnos tres
Que quedarnos dos
En síntesis, esta canción resume todo lo que me pasó y sentí. Perdón por compartir algo que no interesa a nadie. Fue un desahogo.
Si, era en abril, justo un 22.
NAG