Un año sin Télam y el impacto del cierre de “nuestro” periodismo

Hace exactamente un año, el 4 de marzo de 2024, quedó marcado en la historia del periodismo argentino como el día en que la Agencia Nacional de Noticias Télam, tras casi 80 años de trabajo, fue abruptamente cerrada tras una decisión irrevocable.
Esta decisión, formaba parte de las anunciadas “políticas de motosierra” a manos del presidente Javier Milei y que no resultaban ni más ni menos que el desmantelamiento de lugares estratégicos, en este caso en el acceso a la información.
Aquella mañana, sus dos edificios centrales en la Ciudad de Buenos Aires amanecieron vallados. Los trabajadores, sorprendidos, no pudieron ingresar a sus oficinas, aunque ya la resistencia se gestaba desde antes. Los sistemas de edición y publicación fueron bloqueados y el sitio web de la agencia desapareció sin previo aviso, o al menos así lo vimos desde las redacciones nacionales con una imagen que nos dolía a todos, y que versaba: “Dispensa laboral Télam SE. Por medio de la presente se notifica que todo el personal de Télam SE que se encuentra dispensado de prestar su débito laboral por el plazo de 7 días con goce de haberes”. Y así, en un instante, la voz informativa más federal del país quedó en silencio.
Un golpe al federalismo informativo
Para Paola Soldano, ex corresponsal de la agencia en Salta, esa madrugada representó mucho más que la pérdida de una fuente laboral. Fue el inicio de un año de oscuridad informativa para el interior del país. “Desde ese día, llevamos un año en el que se bajaron las persianas de las noticias federales, de la soberanía informativa y de la pluralidad en la información”, expresó con tristeza en diálogo con Nuevo Diario. Y no es exageración. Durante décadas, Télam fue la principal fuente de noticias para los medios provinciales y regionales, garantizando que los hechos de cada rincón del país tuvieran un lugar en la agenda nacional.
Con su cierre, innumerables historias quedaron sin contar. Incendios forestales sin cobertura, conflictos gremiales invisibilizados, fallos judiciales de gran impacto sin difusión. Desde ese momento, la información se centralizó en Buenos Aires, dejando a las provincias sin la posibilidad de que sus problemáticas fueran reflejadas con la misma fuerza en los medios nacionales.
La pérdida de un gigante del periodismo; Télam no era sólo una agencia de noticias; era un archivo vivo de la historia argentina. Mensualmente, producía 12.000 cables informativos, 6.000 fotografías y 400 vídeos, insumos fundamentales para el trabajo de cientos de medios en todo el país. “El cierre de Télam cambió la dinámica de los medios, pero por sobre todo dejó al país sin la segunda agencia de noticias más importante del mundo de habla hispana que gozaba de un gran prestigio, le pese a quien le pese”, subraya Soldano.
El vacío que dejó su ausencia es incalculable. La agencia no solo aportaba noticias, sino también un registro fotográfico y audiovisual invaluable. Su archivo, una de las bases de datos más ricas en materia histórica y periodística, quedó inaccesible. Fotografías icónicas, registros de acontecimientos políticos y sociales fundamentales para el país, hoy son de difícil acceso o están perdidos en el limbo digital.
Una lucha por recuperar lo perdido
Para los trabajadores de Télam, el cierre de la agencia no fue el fin de su compromiso con el periodismo. Desde entonces, han emprendido una lucha incansable por visibilizar la importancia de su labor y exigir su restitución. “Hoy, a un año de esa triste madrugada, quienes allí nos desempeñábamos soñamos con volver a un país más democrático, en el que la lucha sea para sumar derechos y no para tratar de recuperar lo que día a día vamos perdiendo”, expresa Soldano con la esperanza de que el tiempo revierta lo ocurrido.
El cierre de Télam no fue solo un ajuste económico del gobierno de Javier Milei. Fue un golpe a la pluralidad de voces, un atentado contra el derecho a la información y un retroceso en la construcción de un país más federal en el acceso a las noticias. A un año de aquella madrugada de silencio, el periodismo sigue resistiendo y reclamando su espacio. Porque sin información libre, plural y federal, la democracia también está en peligro.