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Olacapato se queda sin agua potable y teme perder oportunidad de crecimiento

Olacapato, uno de los pueblos más altos y tradicionales de la Puna salteña, atraviesa una de sus peores crisis. Según reportó el medio TN, los vecinos ya no pueden consumir el agua que, desde tiempos ancestrales, descendía cristalina desde las alturas del volcán Quewar, considerado sagrado por el pueblo kolla.

Durante siglos, el agua de esa vertiente -ubicada a 6.130 metros sobre el nivel del mar- había sido la fuente vital de la comunidad.

Su pureza química había sido comprobada una y otra vez, y representaba no solo un recurso fundamental, sino también un símbolo de identidad para los habitantes.

Sin embargo, desde la llegada masiva de la minería de litio y oro a la región, la situación cambió: hoy deben hervir el agua antes de consumirla, ante fundadas sospechas de contaminación severa.

El movimiento constante de camiones pesados hacia las explotaciones mineras y las alteraciones que provocan en el ambiente se encuentran entre las principales preocupaciones.

Aunque aún no hay estudios oficiales concluyentes difundidos públicamente, el cambio en las condiciones del agua es innegable para quienes viven en Olacapato, donde la vida cotidiana ya se ve afectada por esta crisis ambiental.

A esta situación se suma otra noticia que cayó como un balde de agua fría sobre el pueblo: la provincia proyecta la creación del Nodo Logístico Minero Puna, un centro de servicios con negocios, hoteles y hasta un aeropuerto para abastecer el creciente flujo de la actividad minera.

Aunque al principio se esperaba que Olacapato fuera el corazón de este nuevo polo de desarrollo, el gobierno decidió emplazar el proyecto en otro sitio, lejos del pueblo.

De esta manera, si el Nodo se concreta tal como está planificado, Olacapato no solo seguirá expuesto a las consecuencias de la minería sin recibir los beneficios de su auge, sino que también perderá su última gran oportunidad de crecimiento económico y social.

La combinación de agua posiblemente contaminada y el aislamiento económico dibuja un futuro preocupante para esta comunidad que ha sabido resistir durante generaciones en uno de los ambientes más hostiles, pero también más puros, del territorio argentino.

Mientras tanto, los vecinos reclaman ser escuchados y exigen acciones que permitan resguardar su salud, su cultura y su posibilidad de un futuro mejor en la tierra que los vio nacer.

En la zona viven cerca de 300 personas. Además del proyecto Río Tinto opera la histórica Manufactura de los Andes. 

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